martes, 29 de octubre de 2013

Los puritanos y los cerdos

Quiso el destino que en la colonia de New Haven naciera un cerdo deforme con un solo ojo. En aquellos tiempos, mediados del siglo XVII, y lugares, colonia puritana, vivía un hombre llamado George Spencer. No era muy querido por los vecinos. Se metía en problemas, no rezaba y si leía la Biblia era por que su jefe le obligaba. A parte de ser un descreído tenía una tara física: le faltaba un ojo.

En un mundo donde los hechos extraordinarios se ven como una señal divina o demoníaca según el contexto no es extraño que al pobre George se le acusara de tener conocimientos carnales con la madre del cerdo. Aparentemente el hombre fue testigo de como un pedófilo fue castigado únicamente con unos latigazos así que se lo jugó confesando el acto de bestialismo. Mala suerte. No sé quién sería el pedófilo pero en su caso parece que no era muy apreciado por la comunidad temerosa de Dios y querían castigarlo a morir ahorcado. Ante esta situación se retractó, confesó y volvió a retractarse pero de poco le valieron las diferentes estrategias de defensa. Necesitaban dos testigos del acto contra la ley de Dios pero únicamente encontraron un testigo: el cerdito deforme. Sin embargo usaron su retracto como otro testigo a mayores. Murió en la horca a la vez que la cerda era atravesada con una espada por el verdugo. Sinceramente parece que querían liquidarlo a toda costa. O comer churrasco.

En el estado de Colorado estos crímenes pasan con total impunidad.

Todo no acaba aquí. Otra cerda dio a luz dos cochinillos deformes. Como no pudieron encontrar dos testigos mandaron a otro excéntrico a la cárcel por unos meses. ¿Su crimen? Que los cerdos y él tenían un parecido más que razonable. Pero no hay dos sin tres y de nuevo la madre naturaleza les brindó a los estupefactos ciudadanos de New Haven otro espectáculo de la genética. En esta ocasión un cerdo con un ojo rojo y con algo que le salía de la cabeza descrito como un pene. Esta vez no hubo éxito pero los magistrados, altos baluartes de la moralidad, solicitaron a los vecinos que estuvieran atentos por si pudieran capturar al zoofílico.

Pero si creían en New Haven que con tantos castigos y ciudadanos con ojo avizor ante cualquier sospecha de bestialismo estarían resguardados de dichos males estaban muy equivocados. En esta ocasión unos vecinos pudieron observar como un perro intentaba mantener contacto carnal con otra cerda (a ver si la culpa iba a ser de ellas) y urgieron a su dueño a que lo matara. Ni corto ni perezoso soltó con total inocencia que "si no puede conseguirse una perra, que al menos se consiga algo."  A los del pueblo no les hizo gracia el chascarrillo y fue desterrado.

Fuentes: Wikipedia, Austin Community College y The History Nerd.

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