sábado, 5 de marzo de 2011

La conquista de la tierra perdida (1983)


Lucio Fulci, defenestrado por una parte de la crítica (Ortodoxo Cleckers) e incomprendido por la otra (yo mismo) se unió a los mendigos de las migajas que dejó la exitosa Conan el Bárbaro. La conquista de la tierra perdida es un truño sin pies ni cabeza y el mismo director se defendió diciendo que había sido contratado como director de alquiler.


En una playa llena de frikis vestidos a la moda griega nos encontramos con Ilius, el prota, quien recibe un arco de manos de un viejuno. Este le dice que el arco perteneció a Kronos y que si se queda sin flechas es posible lanzar rayos o algo así. Sin más Ilius toma una barca y sin saber por qué se va por ahí de paseo. No sabemos ni su misión ni su objetivo.

Acto seguido nos introducen a Ohkren, una hechizera semidesnuda con una mascara dorada que le cubre por completo la cabeza. Resulta ser muy malosa, come carne humana y tiene un ejercito de hombres lobo a su servicio. Aunque más bien parecen jabalíes. Tras atacar a unos cavernícolas esnifan drogaína o algo y acaban todos con un viaje de campeonato. Hasta tal punto que Ohkren tiene una visión donde Ilius la mata de un flechazo. En realidad ella no sabe quien es pues lleva la cara cubierta de látex. Bueno, nos vamos enterando de la trama. La misión de Ilius es acabar con ella.

Volvemos con Ilius. El muchacho se encuentra por un pantano con mucho humo. En esta pelícua debieron tirar el presupuesto de humo por la ventana, porque otra cosa no tendrá, pero humo, lo que quieras y más. Una chica que andaba por ahí es atacada por los esbirro de Ohkren y el subnormal de Ilius acude en su ayuda. Digo subnormal porque o bien no sabe contar o es de los "sin riesgo no hay gloria." Al principio de la pelea muy bien, mata a unos cuantos, pero en cuanto se queda sin flechas (a los pocos segundos) corre como una puta por su vida. Cuando están a punto de darle una paliza por subnormal aparece un guerrero. Como arma porta unos calcetines nunchaku con los que golpea a los esbirros y así le salva la vida. Le cuenta que no tiene amigos, que es muy guay y que respeta a los animales. Ilius se ofrece a enseñarle a usar el arco como recompensaa. ¿Y cómo practican el tiro al arco? Muy sencillo. Matando a un cazador cuyo crimen fue matar un animal. Maegs, que es como se llama el ecologista asesino, toma el animal y junto a su nuevo compañero de fatigas se lo zampan. Leal a sus principios lo es un rato.


La hechicera se enfada mucho al saber que sus esbirro no valen para nada y huyen ante unos calcetines atados con una cuerda. Decide tener otro viaje lisérgico y convoca a un espíritu-guerrero de un nivel muy alto. Le promete su cuerpo a cambio de que mate a Ilius.


La verdad es que en estas películas con una historia tan mala, se limitan a matar el tiempo (y de paso a inducir al suicidio) por medio de paseos por aquí, que me capturan los malos por allá y que ahora me libero por que sí. Finalmente Ilius le confiesa a Mages que su misión era matar a la hechicera (a buenas horas...).


El esperado desenlace final se ve interrumpido por algo de originalidad, pero no mucha, no vayamos a asustar al personal. El guerrero-espíritu de nivel muy alto consigue capturar a Ilius y le corta la cabeza. Buen detalle, pero podría haberle hecho eso a Giovanni Di Clemente (el productor). Maegs quema el cuerpo decabezado de su amigo y escucha su voz quien le dice que le traspasa sus poderes mágicos ante notario para que acabe la misión. Bueno, pues Maegs cumple su cometido y se acaba la película.

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